miércoles, 25 de junio de 2014

Nueve reglas que romper para conquistar a un granuja

Mi primer libro de Sarah MacLean ha sido "Nueve reglas que romper para conquistar a un granuja", el primero de la trilogía "Love by numbers". La autora ha sacado hace poco libro nuevo de saga nueva, pero me he lanzado con éste animada por mis chicas románticas y gracias a la lectura conjunta que hemos llevado a cabo esta semana (os hablé de ella aquí). Os vuelvo a poner la sinopsis y os comento qué me ha parecido. 
Por cierto los siguientes libros de esta trilogía son: "Diez lecciones para dar caza a un lord... y que te adore" y "Once escándalos para enamorar a un duque"


Sinopsis: 
1. Besar… apasionadamente.
2. Fumar puros y beber alcohol.
3. Montar a horcajadas.
4. Practicar esgrima.
5. Asistir a un duelo.
6. Disparar una pistola.
7. Jugar (en un club de caballeros).
8. Bailar todos los bailes en una fiesta.
9. Ser considerada hermosa. Una sola vez.
Una de las reglas sociales más conocidas dice que una joven de buena familia nunca debería acudir a casa de un marqués de mala reputación y pedirle un beso apasionado. Sin embargo, para conquistar a este granuja, lady Carpurnia Hartwell deberá romper todas las reglas…


Mi reseña: portada horrible (para no variar en los libros publicados en España de este género) para un libro precioso. Le he llevado la delantera casi desde el principio a mis compañeras de la lectura conjunta, ya que desde lo abrí no pude dejarlo... Creo que la culpable es Calpurnia, Callie para los allegados.

Callie tiene 28 años y aún no se ha casado, una solterona en toda regla a principios del siglo XIX. Lleva una década resignada a que nadie pedirá su mano porque está rellenita y su hermana pequeña es mucho más bonita que ella. Así que lleva una vida tranquila en casa con su familia, le gusta leer libros románticos y soñar despierta, sobre todo con la noche en que el marqués Ralston la hizo sentir un poco importante diez años atrás. 

Gabriel, el marqués de Ralston, es todo un libertino y conquistador. Pero de la noche a la mañana tiene que dar un limpiado superficial a su imagen, ya que aparece una hermanastra italiana que no conocía hasta el momento y pretende presentarla en sociedad. No quiere que nada empañe el honor de su nueva hermanita, por eso piensa en la solterona Calpurnia para que la amadrine y la ayude a encajar en la alta sociedad londinense. 

Aunque en este punto Calpurnia está un poco cansada de las reglas de la sociedad, y un día decide hacer una lista sobre "cosas que los hombres pueden hacer libremente pero a las mujeres no se le permiten". Nunca la han besado a sus 28 años, así que como no tiene nada que perder... se envalentona tomando un jerez y se presenta en casa de su amor platónico pidiendo un beso. A partir de ahí, cada vez que Callie intenta llevar a cabo uno de los puntos de su lista se encuentra casualmente con Gabriel. Poco a poco se va afianzando la relación entre ellos y nuestra protagonista se da cuenta de que su enamoramiento ya no es tan platónico, sino que realmente lo ama; al Gabriel real, sin importar título, ni reputación ni defectos. 

Comencé el libro con buenas sensaciones, sabiendo que aunque el género es predecible y sabría lo que encontrarme me haría pasar un buen rato. Pero conforme fui avanzando me fui dando cuenta de que no era tan predecible como yo pensaba, ya que los puntos de la lista de Callie no se iban cumpliendo tal y como yo esperaba. 
La historia entre los protagonistas tiene un punto erótico importantísimo, el eje de la trama sin duda son los sentimientos entre ellos; la evolución de los sentimientos de Callie de amor platónico a verdadero y el reconocimiento del amor por parte de Gabriel. Pero la sensualidad es más que patente, las escenas sexuales ocupan muchas páginas y están narradas maravillosamente. Puntazo a su favor, ya que en otros libros de este género el sexo pasa de puntillas y las lectoras siempre nos quedamos con ganas de más. Pero Sarah MacLean ha sabido darle el punto justo, además de añadir muchos diálogos mezclados con pensamientos de los personajes, cosa que me ha encantado porque demuestra que en la época uno no podía expresar libremente lo que sentía. Y eso que Callie y Gabriel tienen desparpajo para repartir, pero no siempre son sinceros entre ellos y creo que es a consecuencia de las normas y expectativas sociales. 


- Lady Calpurnia…

- Preferiría que me llamara Callie -dijo a toda prisa.

- ¿No le gusta Calpurnia? -preguntó en tono de curiosidad.

Callie negó con la cabeza, sin atreverse a mirarlo a los ojos.

- Callie… -La presionó con aquella voz profunda y fluida que estaba segura de que usaba cada vez que quería algo de una mujer. No le sorprendería descubrir que siempre le funcionaba-. ¿Por qué está aquí?

Y entonces, no supo si fue por coraje o cobardía, o quizá debido a que había bebido demasiado jerez, decidió responderle. Después de todo, aquello no podía ser peor de lo que era.

- Había venido a pedirle que me besara -anunció finalmente, con un susurro.




Aquella no era la respuesta que esperaba. Las palabras, tímidas y apenas audibles que resonaron en medio del silencio de la estancia, lo cogieron por sorpresa. Por un momento pensó que había oído mal, pero el intenso rubor que cubría las mejillas de la joven era lo suficientemente delator como para convencerlo de que sí, realmente acababa de recibir una proposición absolutamente indecente de lady Calpurnia Hartwell.



Callie tiene carácter aunque también tiene complejos a consecuencia de su edad y los años que ha pasado aburrida siendo la chica a la que nadie sacaba a bailar, es consciente de que ya no tiene nada que perder y no le importaría perder su reputación por un buen motivo. Cuando Callie se pone un poco rebelde desquicia a Gabriel, que cada vez es más posesivo con ella y no sabe como controlarla. Pero él le enseñará que no tiene de qué acomplejarse y ella le mostrará que el amor no es lo que él imaginaba, que no tiene por qué destruir a nadie.

- Jamás te habías preocupado antes por la reputación de nadie -repuso Nick con sarcasmo.
- Jamás había tenido una hermana.
Nick arqueó una ceja con incredulidad.
- No creo que esto sea por Juliana. Me parece que el motivo es la propia lady Calpurnia. Y tengo la sensación de que estás poniendo en peligro algo más que su reputación.
- Es innecesario que defiendas su honor ante mí, Nick. Ya has visto cómo me antes de salir en pos de Juliana. No me sorprendería nada que esta fuera la última vez que viera a lady Calpurnia Hartwell.
- ¿Y quedarías satisfecho con ese giro de los acontecimientos?
- En efecto.
- Entonces, no te importará que la corteje ¿verdad?
Aquellas palabras fueron como una bofetada. Se puso tenso y entrecerró los ojos para fulminar a su hermano, que le sostenía la mirada, divertido.
- Ya veo que sí. Intrigante.
- Estás yendo demasiado lejos, Nick.
- Es probable, pero alguien tiene que ponerte los pies en la tierra.
- ¿A qué te refieres?
- Lady Calpurnia Hartwell no es mujer para ti, Gabriel.
- ¿Y qué clase de mujer es?
- De las que quieren amor.
- Amor. -Ralston escupió la palabra-. Callie no cree en esos cuentos de hadas. No se llega a su edad sin darse cuenta de que el amor es una quimera sin sentido.

He disfrutado muchísimo con este libro, tanto que me lanzaré en breve a leer el segundo de esta saga que es la historia de Nick, el hermano de Gabriel. Las 400 y pico páginas se me han pasado volando y pocos inconvenientes puedo sacarle a la narrativa de Sarah MacLean, quizás que los diálogos son demasiado directos y una siempre tiende a pensar que en aquella época no se hablaba tanto... pero también es cierto que eso no se puede saber. 


En definitiva, si te gusta la romántica histórica y no has empezado esta saga ya estás tardando. Es muy fácil de leer, tiene unos protas singulares, unas escenas de lo más hot y rebosa romanticismo por todos lados.  


Espero que os guste la reseña y los pedazos del libro que os he regalado. Sé que muchas ya lo habréis leído porque no es ninguna novedad literaria y ahora se está promocionado otro libro de la autora, pero nunca está de más que lo recomiende y que os cuente que me ha encantado, ¡gracias por leerme!

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